lunes, 27 de octubre de 2008

Etica de la información. Floridi. Por Vivina y Laura


El artículo de Floridi analiza las distintas concepciones restringidas que ha suscitado la ética de la información desde su aparición, para, a partir de ellas, desarrollar una macroética de la información capaz de aportar soluciones para problemas éticos generales. Para ello, propone una ética ontocéntrica, en el que todo ente tiene un valor intrínseco como objeto informacional y un derecho moral a su propia existencia, concebida ésta última como el bien, en contraposición a la entropía, en el sentido de destrucción o deterioro de la existencia.

Así, la principal novedad de la teoría de Floridi es que supera las limitaciones que conllevaba un concepto restringido de Ética Informacional como ética aplicada. Estas limitaciones se basan principalmente en la división de la información como recurso, como producto y como objetivo. Afirma el filósofo italiano que el modelo de información recurso-producto-objetivo, pese a ayudar a clarificar algunos puntos de la ética derivada de las nuevas tecnologías, peca de simple y de poco inclusivo, ya que deja fuera de su ámbito de aplicación numerosos casos que surgen de la interacción de varias de las dimensiones de la información.

En el nivel más alto de abstracción, Floridi señala cuatro leyes fundamentales de la Ética Informacional. La primera de ellas es la llamada “Ley de Omisión,” expresada como “no debe causarse entropía en la infosfera.” Las otras tres leyes surgen como desarrollo de ésta: “se debe evitar la entropía en la infosfera;”, “se debe eliminar la entropía de la infosfera;” y por último, “se debe promover la prosperidad de las entidades informacionales y de toda la infosfera conservando, cultivando y enriqueciendo sus propiedades.” Como puede comprobarse, la ética de Floridi se concentra en la evitación y eliminación de toda entropía. El ser humano es considerado desde la perspectiva de Demiurgo del mundo que le rodea (Homo Poieticus) y está obligado a actuar, como tal, consciente de sus responsabilidades y deberes con respecto a la Creación. Evidentemente, el plano de actuación de ésta ética sobrepasa con mucho el de la ética aplicada, que se limita a resolver los problemas éticos tradicionales que surgen respecto a la información.

Un conocido aforismo económico asegura que, cuando todo el mundo tiene un millón de dólares, un millón de dólares pasa a valer cero. Aquí radica, en mi opinión, uno de los principales inconvenientes de la teoría de Floridi. Al asignar un valor intrínseco mínimo a todo objeto informacional por el mero hecho de existir, la valoración moral de cualquier acción con respecto a ese objeto depende de una infraestructura de valores dados por el hombre que determinen la norma a seguir, por lo que la Ética Informacional no logra apartarse totalmente del antropocentrismo. Quizá una aplicación estricta de la navaja de Ockham permitiría abandonar el valor intrínseco derivado de la existencia y mantener exclusivamente el armazón de valores como guía ética. No debemos presuponer que estos valores supondrían una menor protección para todo lo que no sea humano, ya que es posible que la existencia tuviera una apreciación fuerte en la escala de valores elegida y todo ente fuera respetado por tal causa, aunque el fundamento de dicha protección no sería ya ontocéntrico sino completamente antropocéntrico.

Es necesario reconocer que la apuesta de Floridi es atrevida y está brillantemente llevada a cabo. Sin embargo, en mi opinión comete un error al tratar de traspasar el centro ético del ser humano a la totalidad de la existencia. Como señalo en el párrafo anterior, creo que un grado similar de protección de la infosfera puede lograrse sin necesidad de recurrir al valor moral intrínseco de la existencia. Considero que, al cambiar el objetivo central de la ética, la finalidad de ésta ha quedado desenfocada, dejando de ser una ciencia humana prudencial, como la clasificaría Álvaro D’Ors, para convertirse en una disciplina abstracta, que parece más cercana a la Teoría de la Información. Dice Aristóteles en su Ética a Nicómaco que el fin de la ética es la felicidad. Al centrarse en la cantidad de entropía que genera cada una de nuestras acciones para saber si son moralmente buenas o malas, pareciera que Floridi se olvida de ésta.
La Ética de la Información puede ser un sistema ético magníficamente diseñado, capaz de resolver gran cantidad de problemas éticos de manera mucho más eficiente que cualquiera de las teorías anteriores, sin embargo, me parece en cierto modo vacía. Es como si, parafraseando a William Shakespeare, “Procurando lo mejor, destruimos lo que está bien.”

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