martes, 11 de noviembre de 2008

El copygright en la práctica cotidiana. Autenticidad por Vivina y Laura

Es habitual que al buscar información sobre cualquier tema en Internet los datos que obtengamos en cada página sea muy similar. Por poner un ejemplo, tras buscar en Technorati información sobre el arquitecto Santiago Calatrava los dos primeros enlaces que aparecen son enlaces a las declaraciones de Javier Mariscal sobre la ciudad de Valencia, donde considera “animaladas” las obras de Calatrava.

También encontramos en multitud de ocasiones opiniones de diversos internautas que parecen ser cortadas siempre por idéntico patrón, evidentemente no con las mismas palabras, pero sí con un repetir continuo de tópicos y lugares comunes. En muchas ocasiones encontramos que la fuente a la que se remiten multitud de personas, en ocasiones con argumentos totalmente divergentes, es la misma (La Wikipedia, como es natural debido a la cantidad de información que atesora, sería posiblemente el principal ejemplo de fuente compartida por todo el mundo.)

Esta falta de “originalidad” es hasta cierto punto comprensible. Pocas veces, prácticamente ninguna fuera de nuestras experiencias cotidianas, podemos ser receptores de primera mano de la información, así que esta debe pasar siempre por el filtro que las agencias de noticias y medios de comunicación nos imponen. Igualmente, en el proceso de formación de nuestras opiniones intervienen multitud de factores, entre los cuales uno de los de mayor peso es sin duda la imagen que los mismos Mass media han vertido sobre nosotros. No es de extrañar, por tanto, que, teniendo en cuenta que el acceso al gran público está monopolizado por unos pocos canales de comunicación, sean predominantes unas pocas opiniones sobre cada tema, exactamente las que los grandes medios de comunicación nos han señalado como válidas. Así, algunas ideas o corrientes de ideas son aceptadas prácticamente sin ningún intento de crítica o comprobación, más allá de ciertos grupos considerados marginales.

Muchas veces habremos comprobado cómo alguien que defendía cierta opinión la cambia cuando un líder político o un comunicador influyente con quienes se siente identificado afirman lo contrario. Esto no es malo del todo, ya que mantener las opiniones propias como algo inamovible y monolítico, sin dejarnos convencer por ningún argumento por razonable que sea, es un puro fanatismo que haría imposible la convivencia y la comunicación; pero si se hace por puro seguidismo, aceptándolo sin más no por las razones aducidas sino por la persona que las aporta, renunciamos poco a poco a nuestra capacidad de pensar por nosotros mismos y, por tanto, a nuestra Libertad.

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